Me gusta un flaco de la oficina. Flaco, literalmente. Los primeros días pasaba desapercibido. Ahora se me cae la bombacha, raro, no?. La cosa es que no sé que onda. Por un lado me provoca, por el otro duerme. O me está tanteando para ver qué tipo de mina soy, o es un pelotudo importantísimo. Lindo (normal), inteligente (parece), labura (conmigo), estudia comercio exterior... Aparenta ser un buen partido. Lleva muchos años sin ponerse de novio. Yo llevo dos solarium. No sé si es mucho. Pero basta con saber que a veces me desespero.
Este jueguito de está o no está, le gustó o no le gustó, a mi me impacienta. Qué quieren que les diga, me da por el totó.
Yo quierotodoparaAYER.
Y a veces no dá. Tendré que hacer yoga o algo así...
Conversando con una amiga, no mucho mas grande que yo, me (obligó) recomendó que vaya conociendo a otros para que se me pase la impaciencia y no esté tan pendiente de D. El capo en cuestión. Pero tampoco sirvo para eso. Cuando me gusta uno, me gusta uno. Punto.
En (casi) todos los aspectos de mi vida suelo manejarme con inteligencia y dinamismo. Digamos que soy buena estratega.
Pero cuando de amor o gustos se trata, me vuelvo una nenita de cinco años que no sabe si ir a la salita rosa o a la verde.
Pero igual la intriga alimenta. La adrenalina me gusta, pero no. Siempre quiero saber. Siempre.
opinen, nomás, no muerdo, no mato, no pego, no soy de nadie, no estoy hecha de nada.
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